Los partidos políticos y, especialmente, muchos hombres y mujeres que tienen aspiraciones políticas ya han puesto en marcha la campaña.

Cronológicamente, al Gobierno del presidente Laurentino Cortizo le quedan poco más de 18 meses, pero en la práctica lo que resta es mucho menos; la campaña política lo atropelló.
Los partidos políticos y, especialmente, muchos hombres y mujeres que tienen aspiraciones políticas ya han puesto en marcha la campaña, lo cual, irremediablemente, incidirá en el proceso productivo del Gobierno y, por ende, del país.
Muchos, pensando solo en ellos, no han mostrado todavía la entereza de irse de sus cargos públicos para dejar que el presidente pueda acometer con libertad las tareas que le quedan pendientes a su Gobierno.
Lo que hemos presenciado en estos días no es nada nuevo. Los mismos personajes de siempre discutiendo sobre sus intereses y aspiraciones personales, mientras relegan a un segundo plano las necesidades de las grandes mayorías.
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Estamos en la hora que resucitan a los líderes caídos, se cocinan alianzas insospechadas y lo que vale es la subsistencia del partido y el acomodo de sus fichas.
Lo lamentable de todo es que el ciudadano común no está prestando mayor atención a lo que están haciendo estos políticos de profesión. La gente está empeñada en resolver su día a día y ahí es donde está el peligro.
No se trata de menospreciar el activismo ni la participación política ni muchos menos a los partidos, porque cuando son bien entendidos, sirven mucho a la democracia.
Lo inquietante es que, en su mayoría, los aspirantes de hoy son los mismos de hace 15 o 20 años. Es decir, los mismos que nos han llevado hacia donde estamos; a un solar incierto y endeble.
Vale, entonces, advertir a los votantes –que finalmente son los que ostentan el poder- que sigan de cerca lo que está pasando y lo que ocurrirá en los próximos meses.
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Es poco lo que veremos del actual Gobierno porque languidece, pero no volvamos a dejar que se nos escurra entre los dedos la posibilidad que cambiar la correlación de fuerzas y escoger no a los menos malos, sino a los que comprendan que gobernar es una misión que implica más que el partido, que los líderes desaparecidos o enquistarse en los puestos oficiales como si fueran propios.
Los gobiernos pasan, el país no. Sobre esa base debemos tomar conciencia y prepararnos para esta nueva oportunidad que se nos presenta para elegir mejor.
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