Todo el que tenga un dedo de frente comprende que, aparte de inconstitucional, este contrato es pan para hoy y hambre para mañana.

Por más que el gobierno de Laurentino Cortizo quiera convencer a la población sobre las bondades del contrato ley 406 sobre la minera, el modo como se tramitó el asunto parece más una imposición que acto de buena fe, por lo tanto, deja mucho terreno a la suspicacia.
Como resultado inevitable de lo que a todas luces es una imposición, por más que digan lo contrario, desde hace cuatro días el país está en una situación convulsa que a todos perjudica.
Las manifestaciones públicas constituyen un derecho del pueblo, así como es deber y responsabilidad del gobierno propiciar y liderar los procesos de diálogo y concertación que promuevan la paz social.
Las protestas en rechazo al contrato son legítimas y justificadas por cuanto resulta evidente que hay vicios de inconstitucionalidad en él, además de la desagradable postura del gobierno en poner a la minera como la salvadora de los jubilados y de la economía nacional.
Todo el que tenga un dedo de frente comprende que, aparte de inconstitucional, este contrato es pan para hoy y hambre para mañana.
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La mayoría de las opiniones legales coinciden en que la única salida es demandar el contrato por inconstitucional y esperar el pronunciamiento de la Corte Suprema.
Mientras se cumple ese proceso pasará un largo tiempo, por lo que resulta necesario un gran acuerdo nacional (no un diálogo) para frenar la vorágine de enfrentamientos y poder avanzar en otros temas, muy importantes para la recuperación social y económica del país.
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Al presidente Cortizo le recomendamos tomar en cuenta que a estas alturas de su gobierno no se trata de lo que él tolere o no.
Ahora es cuando más debe escuchar a la gente que, ciertamente está protestando por el contrato minero, pero en esas manifestaciones multitudinarias, subyacen otros malestares que permanecen irresueltos por las deficiencias de una gestión de gobierno, que no solo decepcionó a la pequeña mayoría que lo escogió, sino a un elevadísimo porcentaje de la población que siente que han sido casi cinco años perdidos y ese el verdadero motor de la protesta.