Priscilla

Delgado

Al Natural

Importancia de saber nadar

El día que el mar me devolvió la vida

Alcancé a tragar agua, pero al menos no hubo necesidad de procedimientos médicos. Debo añadir, que vi el fondo negro lleno de espumas que algunos dicen se observa antes de morir.

  

No hay que perder la oportunidad de aprender nadar, sin esto implique que no debe respetar al mar.

Esta historia es verdadera y la voy a contar como ejemplo del porqué hay que enseñarles a los niños a nadar desde temprana edad.

Yo estaba con mi familia en Isla Grande, con mi pequeño hijo Daniel Alejandro de solo tenía 8 años. Pasábamos un fin de semana con su amiguito David y todo era felicidad hasta que quise ver corales con mi hijo en la orilla del mar, al frente de la cruz, con el snorkel ambos.

Estábamos un poco lejos de la orilla, pero con marea baja. En menos de un minuto mis pies no tocaban el fondo porque la marea subió y es que allí hay un remolino que sin querer te lleva a un sitio donde mucha gente ha perdido la vida. Muy cerca de la cruz que está en toda la entrada.

Cuando esto sucedió, me desesperé pensando más en mi hijo y el pensando más en mí. A partir de ese momento, el no tocar el fondo se convirtió en una pesadilla en donde Daniel me empujaba y decía “mi mamá se ahoga” y volvía una y otra vez a sacarme a flote para que yo pudiera respirar. Cuánto tiempo pasó, no lo sé, pero en cuestión de segundos yo me dejé ir.

Ya no podíamos seguir luchando. Él, que era apenas un niño, y yo era un peso muerto en el agua, dejé de pelear y pensé “me estoy ahogando”, tal como Alfonsina Storni, y me deje ir.

Fue en ese momento que alguien entendió que mi hijo estaba clamando ayuda y, de una moto de agua, alguien salió de la nada y me sacó al muelle. 

Alcancé a tragar agua, pero al menos no hubo necesidad de procedimientos médicos. Debo añadir, que vi el fondo negro lleno de espumas que algunos dicen se observa antes de morir.   

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Este accidente marcó un antes y un después para mi hijo que en un principio casi pierde el año escolar y una vez se repuso de este terrible episodio y, siendo un adolescente, ya nadaba perfectamente porque lo aprendió desde los 3 años.

Hoy en día le ha tocado salvar varias vidas en playas tan peligrosas como la de Pedasí, en donde vio cómo se ahogaba un niño de aproximadamente 11 años, lo salvó y así a otros chicos.

Daniel se está certificando como guardavidas, y además ha hecho de la natación una forma de ejercicios que practica todos los sábados.

A mí me quedó una sensación de que se me había dado una segunda oportunidad y así ha sido.

De alguna manera estos sucesos no suelen pasar en vano; a partir de ellos, nos cambia un poco el sentido de la vida y la convertimos en un espacio de consideración, donde sabemos cuan frágiles somos cuando tenemos cualquier situación que nos pone al borde la muerte.

Allí nos cuestionamos y, en el caso mío, como no encontré respuesta, me dediqué a vivir considerando la vida como un regalo que se puede terminar en cualquier momento, a cualquier edad, en cualquier circunstancia, y una de las cosas en las que he trabajado a profundidad es en los apegos, en el vivir sin presentir, tratar de actuar lo mejor posible, tanto en obra como en pensamiento, aunque claro, como seres humanos, a veces se nos olvida y volvemos a ser tan terrenales que parece que las experiencias como esta fueron vividas por otras personas y no por uno.

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Vivimos llenos de egos, de cosas materiales, de figuras de papel, sin mirar siquiera lo que sufren nuestros semejantes. De tanto en tanto no vemos que el señor del semáforo está pidiendo para comer porque vamos dentro de nuestro carro con aire acondicionado.  

Vivimos como si todo fuera eterno, como si nunca nos fueran a salir arrugas, como si nunca fuéramos a morir.

La muerte no es una palabra bonita, pero de esta experiencia nos queda a Daniel y a mí que hay un sentimiento eterno que nos unirá más allá de todo. Él me salvó la vida con solo 8 años.

Hoy quise contarles esta experiencia con el consentimiento de Daniel Alejandro, a fin de que enseñen a nadar a sus hijos. No pierdan la oportunidad de que aprendan, respeten al mar y sean precavidos. No como lo hice yo, que me dejé llevar, sin darme cuenta de que estaba perdiendo el control del mar, ese hermoso e inmenso mar que también es tumba para muchos.

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2 comentarios

  1. Una buena lección de vida.
    Que el aprender a nadar no te asegura salvarte de un accidente o urgencia como está, con este conocimiento aumentas las probabilidades de salvarte.

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