Analisa

Williams Choy

UBUNTU

Yo estoy bien, si tú estás bien.

El poder de Diego

Diego mantiene su diagnóstico médico. Tiene comportamientos disruptivos, a veces se frustra, tiene algunos impedimentos y cuenta con admirables fortalezas.

Hay que estar pendiente de cada niño, llame la atención o no. Foto Ilustrativa

Hace unos años fui a una escuela a dar mis talleres de habilidades sociales y emocionales y conocí a Diego (nombre ficticio), un niño de tercer grado que contaba con un diagnóstico de autismo. 

Diego pocas veces se integró en el círculo de trabajo, no interactuaba con otros, gritaba, no era capaz de mirar a los ojos, golpeaba y se lastimaba. Tenía que estar en el salón de manera permanente, con una maestra exclusiva para él.

Los compañeros de Diego siempre lo trataban de involucrar y no se afectaban por el comportamiento de Diego. Nunca se quejaron de él.

Siempre quedé pensando en Diego y en todo lo que involucra un diagnóstico de esta índole. Y en todos los niños y jóvenes que han pasado por Huellas con esta misma necesidad especial. 

La mayoría de ellos tenía algo en común: una madre o un padre, o ambos padres muy comprometidos, con una extraordinaria perseverancia y, sobre todo, con un amor desbordante que sobrepasaba mi capacidad, por lo que mi admiración crecía hacia ellos.

Después de haber dejado de ver a Diego por tres años, regresé a esa escuela y de repente un niño se para frente a mí, mirándome con unos ojos hermosos y sonrientes, me saluda. 

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Yo pensando que era un niño más de la escuela, me dice: «Yo soy Diego y estoy en sexto grado».

Mi entendimiento se trancó, mi piel se erizó, mi corazón lloró. La sorpresa me acaparó. 

Diego conversó mirándome a los ojos, me respondía, me preguntaba, me contaba. Casi no pude hablarle. Luego se fue y mi mirada quedó atrapada en él viendo cómo andaba solo, independiente, jugando con sus amigos, conversando con una maestra.

Luego lo vi en la computadora. Cuando no sabía algo preguntaba a la maestra; esta lo invitaba a investigar y él buscó el explorador de internet y pudo terminar de resolver su tarea.

Diego mantiene su diagnóstico médico. Tiene comportamientos disruptivos, a veces se frustra, tiene algunos impedimentos y cuenta con admirables fortalezas.

Qué lección tan grande. Diego y sus padres me enseñaron sobre el amor, la esperanza y la perseverancia. Sus compañeros me enseñaron sobre el respeto, no juzgar, comprensión, inclusión.

Sus maestros me enseñaron a siempre estar pendiente de cada niño, llame la atención o no, y a tratarlos a todos con amor y motivación.

Sus terapeutas me enseñaron, con la confianza en lo que hacen, y en su modo de alentar y empoderar.

Diego tiene una gran misión para estos momentos de tanta incertidumbre, miedo y desesperanza. Enseñarle al mundo humanidad, compasión y respeto. Y recuperar las esperanzas de sentir y hacer bonito y distinto. 

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Muchos somos Diego.

En nuestras vidas hay circunstancias que nos llevan a la frustración, a no querer ver a alguien, la terquedad se apodera de nosotros, a sentirnos recargados, incomprendidos, estresados. A no sentir capacidad para lograr lo que queremos o ni siquiera estar conscientes de lo que nos rodea.

A los que somos padres, nos encontramos como en un callejón por situaciones complejas de nuestros hijos. Nos toca aprender a ser Diego y sus padres.

La apertura y aceptación de que algo está sucediendo es el primer gran paso (y el más difícil), buscar todas las formas de comprender la situación, apoyarte en personas alentadoras, sentir desde el corazón (la intuición y el amor), tener un objetivo, trabajar todos los días, paso a paso, sintiendo y disfrutando lo que hagas, con buen humor.

También teniendo límites claros, estructuras, acuerdos y dar los debidos seguimientos. Comprendiendo que eres ser humano y cuando sientas que no puedas, que estás agotado, te apartes y te dediques a ti. Perseverar en los tratamientos y /o terapias a largo plazo. No esperes resolver ni “que te resuelvan” en una semana.

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Gracias Diego por ser un gran maestro y a todos esos niños, jóvenes y adultos que hoy representa Diego, que nos enseñan que comprender la neurodiversidad, nos hace construir y crecer en todos los aspectos de nuestras vidas.

Todos queremos ser mejores personas. Conectemos la historia de Diego con la nuestra y habrá certeza de mejora y crecimiento.

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