Analisa

Williams Choy

UBUNTU

Yo estoy bien, si tú estás bien.

Salud mental

Conservar la calma

Una señora me robó el estacionamiento y para colmo me gritó que ella tenía 15 minutos dando vueltas, como si fuera la única persona en todo el lugar.

Hay días, semanas, meses locos. Hay vidas locas.

Recientemente, por varios motivos, visité algunos hospitales. Lo que inicio en calma y organizado, se desestructuró de forma inadvertida, interesante y hasta divertida.

Presencié tantas interacciones con personal de salud y personas que requerían atención médica, que no hubo espacio para desarrollar otro tema sobre el cual pretendía escribir en esta columna. Las interacciones humanas son fascinantes. Observarlas o sentirlas, más

Mis interacciones abundaron. Desde la persona que me recibió, guio y acompañó por un laberinto hasta que llegar a mi destino, dejándome una sensación de alivio y una gran sonrisa. Después interactué con otra persona que no estaba en su puesto cuando llegué a su escritorio; apareció más de 20 minutos después saboreando el último bocado de una empanada en la mano. ¡En un hospital!

En el medio sucedieron tantas escenas. Llegaban niños, muchos en uniforme escolar. La impaciencia de los adultos se respiraba más que la enfermedad, en medio personal de salud atento, otro tanto realmente indiferentes y, algunos (no tantos), ausentes.

Debo agregar que una señora que me robó el estacionamiento y para colmo me gritó que ella tenía 15 minutos dando vueltas, como si fuera la única persona en todo el lugar.

No faltaron largas caminatas buscando documentos, durante las que me encontraba con tantas personas con dolor y la diversa gama de formas de expresar ese tormento. Además, pacientes manoteando al personal, enojados porque nadie sabía nada. Ausencia de respuestas. 

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Luego choqué a un carro estacionado, que no fue el de la señora que me gritó. Para coronar la situación, como las filas y las esperas nunca son cortas en estos lugares, me puse a opinar en redes sociales sobre un video de una señora que dijo cosas que considero mantienen a la sociedad en una vorágine de ofensa e irrespeto en la crianza y educación (por ende, en la vida) y me cayó una larga lista de mensajes ofensivos o de insultos.

Las emociones de todos han sido trastornadas en todos los ámbitos.  Nuevamente carecemos de estadísticas a nivel regional sobre los efectos a largo plazo de la pandemia de covid-19 en la salud mental de la población.

Sin embargo, sabemos que la pandemia ha tenido un impacto significativo en la salud mental.  En Panamá vi un reportaje sobre el aumento del 300% en atención pública de salud mental. Lo sabemos, lo sentimos.

Por otro lado, el sistema de salud ha sido el basurero de las emociones. Todos vamos a tirarlas y a recibirlas. De una manera o de otra.

Según una encuesta realizada por la Organización Panamericana de la Salud en 2020, el 51% de los trabajadores de la salud en la región informaron haber experimentado síntomas de ansiedad y el 49% aseguró haber experimentado síntomas de depresión. Esto fue antes de una pandemia.

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Con estos entornos, que solo pude sentir una semana y noté como me afectaba, me pregunto, cómo estas personas logran pararse todos los días.  Pensar esto despertó una admiración hacia ellos, con empanada o sin empanada, con sonrisa o sin sonrisa.  Sus posiciones son importantes y necesarias para nuestra salud, ojalá sea sin una empanada, pero sí con una sonrisa y proactividad.

La situación de la salud requiere de mucha toma de consciencia, con atención y acción en cada cuarto, apartamento, casa, escuela, oficina, comunidad, sociedad.  

Es importante que se tomen medidas para apoyar a los trabajadores de la salud en la región y para garantizar que tengan acceso a servicios de salud mental.

Las emociones son invisibles y contagiosas, así mismo como un virus. Podemos estimular las más útiles y tratar gestionar las más perjudiciales. Con ellas resolvemos problemas, tratamos a los demás, debatimos. Con ellas pasamos días enteros en clínicas, oficinas, casas, relaciones y demás.

Mira constantemente cómo te sientes. Si no te sientes bien, llama a un profesional de la salud mental.

Yo he aprendido con muchas terapias, estudios y, sobre todo, con una gran red de apoyo lo que a continuación te comparto para gestionar mis emociones: (nada de esto reemplaza una psicoterapia)

  1. Respirar, agradecer
  2. Leer, educarme.
  3. Alejarme (tratar) de lo que me desgasta. La lucha de poder.
  4. Poner(me) límites.
  5. No complacer, no buscar encajar.
  6. Busco espacios seguros y de confianza.
  7. Ver mis pequeños logros, y los celebro
  8. Sonreír cuanto se pueda. Aunque esté enojado.
  9. Bajar el volumen al juicio o a la crítica.
  10. Compartir todo lo que pueda

Diez puntos que no los cumplo a la perfección, porque es imposible, soy humano.  Solo el darme cuenta que estoy gritando o maldiciendo, me hace más consciente y bajar la voz, gritar en chiquito quizá.

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Intento que la decencia gane aun cuando me están atendiendo con una empanada en la mano, o me estén gritando, o yo choque a alguien. Aún cuando hay todo un entorno gris lleno de humo de emociones fuertes contagiosas.

Requerimos muchas dosis de amor propio, ahora más que nunca y esto, solo se logra con intención de entrar a conocernos y comprendernos para tener una vida con más bienestar y mejores relaciones.  Depende de cada uno de nosotros, en primera persona.

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2 comentarios

  1. Cada vez que Jesús llegaba a un lugar, lo primero que decía era «la paz esté contigo».
    Debemos aplicarlo en nuestra vida para mantener las buenas relaciones y cordialidad.

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