Políticas públicas: ¿Qué son?

La preocupación radica en que escuchamos a los gobernantes hablar de que se necesitan políticas públicas para esto, para aquello y para lo demás. Lo que para la población es un término vacío.

Para lograr apoyo de los votantes, muchos candidatos hablan de políticas públicas.

Desde hace poco más de 20 años, hay un concepto que, en Panamá, se ha venido utilizando como una palabra dominguera, reservada para algunos iluminados, siendo convertida en una muleta de uso obligado para quienes no tienen nada que decir, porque no tienen propuestas ni nada por ofrecer.

Cada vez más escuchamos mencionar a las benditas políticas públicas. Todos hablan de ellas, con tal seguridad que lo único que me indican es que no saben de lo que hablan.

Para quienes conforman las burocracias estatales de la región, al preguntárseles sobre algún aspecto de sus respectivas carteras y problemas, de inmediato usan las palabras mágicas que, según ellos, los llevarán a convertirse en competentes y sabios.

No obstante, enseguida me viene a la mente la pregunta más natural: ¿Saben ellos qué son las políticas públicas? Estoy seguro que no; solo se dejan llevar por la corriente y entienden que todo el mundo las menciona.

Haciendo un poco de historia, el término políticas públicas (en inglés, public policies) se empezó a utilizar poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, para hacer referencia a las acciones que debían realizar los gobiernos para garantizar un actuar coherente y ordenado, con la idea de garantizar bienestar a los pueblos de cada nación.

Ya para los años 50’s todo esto era parte de un interés general, al punto que el estadounidense Charles Lindblom, en 1959, publicó un artículo en la Public Administration Review titulado “The Science of Muddling Through” (algo así como La Ciencia de salir del paso o de cómo eludir el paso), que vino a revolucionar el estudio de la política.

En aquella oportunidad, Lindblom propuso una metodología original para el estudio de los procesos de toma de decisiones y de elaboración de políticas, que llegó a tener gran cantidad de adeptos desde entonces.

Así nace el estudio de las políticas públicas. Sin embargo, en América Latina, ese interés no toma forma, sino hasta hace unos 25 años cuando se empieza a hablar de este este tipo de procesos para el funcionamiento de los estados. Y, además de ser muy reciente, tampoco ha sido algo muy valorado como para producir cambios en la sociedad. Es muy cierto, dado que lo que menos ha interesado a muchos mandatarios de nuestros países es que las cosas cambien.

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La preocupación radica en que escuchamos a los gobernantes hablar de que se necesitan políticas públicas para esto, para aquello y para lo demás. Lo que para la población es un término vacío y la gente llega a pensar que políticas públicas son las acciones que hacen los políticos.   

Lindblom enfatiza en el entendimiento de las políticas públicas como procesos, altamente participativos, toma de decisiones y logros de resultados, pero sin que ello excluya conflictos entre intereses presentes en cada momento, tensiones entre diferentes definiciones del problema a resolver, entre disímiles racionalidades organizativas y de acción.

El estudio de las políticas públicas es pues, el estudio de los intereses en conflicto, enfrentándose o colaborando ante opciones y cursos de acción específicos.

Este, el conflicto, es el principal motivo para el diseño de cualquier política pública (nada que con guerras, posturas irreconciliables, odios), en cuanto que es la expresión de intereses contradictorios, sobre lo que se trabaja para lograr consensos.

Esto me lleva a recordar que el propio Lindblom dijo que si queremos saber qué es una política pública, solo tenemos que ver la conducta del Estado sobre lo que se hace o no se hace. Por ejemplo, lo que no se hace en materia de educación representa la política pública de un país, así en salud, vivienda, desarrollo social, etc. Esas son nuestras políticas públicas.

Otra pregunta que nos surge es: ¿Qué no es una política pública? Sencilla la respuesta: 1-) Si no toma en cuenta el interés público y carece de diagnóstico y análisis de factibilidad, no es una política pública; 2-) Si tiene muchos objetivos, como la Política Pública de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres de Panamá, que abusa de los objetivos y 3-) Si excluye a la ciudadanía y se maquina desde una oficina aparte del mundo circundante. América Latina está llena de ejemplos de ello.

Tampoco lo es alguna ocurrencia o capricho de los políticos que, aunque a primera vista pudiera tener sentido para algunos, no pasa la prueba del ácido cuando se ponen bajo la lupa sus supuestos y factibilidades.

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Por otro lado, toda política pública moderna debe ser elaborada de forma científica, apegándose a la estricta observancia del cumplimiento de los mandatos metodológicos que establece la ciencia, porque se trata de un trabajo serio y arduo, donde la principal condición es que SEA UN PROCESO PARTICIPATIVO, con la población objeto de la política como protagonista del asunto: condición sine qua non.

Al final, persiste el abuso en el uso del concepto, lo que me lleva a concluir que es algo así como la Mamita de Trespatines: todos han oído hablar de ella, creen conocerla, le sabemos el nombre (Leocadia), pero nadie la ha visto jamás.

Por ello, me causa profundo pesar ver que ese abuso es lo que nos ha llevado adonde estamos: en ningún sitio. Pero, sigue pareciendo glamoroso hablar de políticas públicas.

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