Los “parkings” de antes eran fiestas con música puestas por un conocedor, donde no había inferencias de risas, como lo hacen los DJ de ahora.

Es fácil: «melómano» es aquel sujeto fanático de la música. Se trata de una persona que siente un amor apasionado y, según algún punto de vista, pudiera ser excesivo por lo musical, dedicando tiempo y dinero al disfrute de este arte.
Esta diversión u ocio de coleccionar música ha constituido en quienes lo hemos vivido, una aventura inconmensurable en tiempo de calidad.
Ir a un país y buscar de inmediato nuestra música y además casi que, en el mismo sitio, los libros, hizo de los melómanos una forma de vida que nos ha llevado a coleccionar (en el caso mío) miles de CD, acetatos y, posteriormente, todos los conciertos en formato VHD.
Pero la tecnología nos dejó huérfanos de música, solo la escuchamos en plataformas como YouTube, pero en pedazos cortos.
Ya no se venden los conciertos enteros y nos perdemos de saber qué cosas están haciendo nuestros cantantes predilectos, a menos que hagamos la búsqueda por audio en las aplicaciones que están disponibles como Spotify y otras que salen al mercado.
Ciertamente nuestra generación tuvo espacios increíbles para disfrutar y degustar el arte de la música.
Cada disco traía la historia del cantante. Coleccionarlos era mucho más que conservarlos; había una rutina de limpieza, de tener un área especial donde ubicarlos y con gran orgullo se los mostrábamos a nuestros amigos, que además compartíamos en las reuniones sociales en casa.
Ahora vemos que en nuestra ciudad y en casi todas, no existen tiendas de discos, no hay donde comprar DVD de música y se nos perdieron en la retina los hermosos conciertos que disfrutábamos en casa, casi como si los estuviéramos viendo en primera fila.
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Los aparatos que teníamos pasaban de ser una simple casetera a un equipo completo que ocupaba un enorme espacio, pero era parte de esa tendencia musical que nos movió a los jóvenes de los años 70.
Más allá de la ausencia de esta tecnología, tal vez pasada de moda, sucedían cosas interesantes como las fiestas en las casas, donde seleccionábamos la música y hasta sabíamos la tendencia y gustos de los grupos participantes.
Los “parkings” de antes eran fiestas con música puestas por un conocedor, donde no había inferencias de risas, tal como lo hacen los DJ de ahora con una sola frecuencia sin alternativas, música urbana o música electrónica sin dar espacio para escuchar otra cosa que no sea del gusto del que pone la música.
En nuestros tiempos había espacio hasta para bailar un bolero o balada, música que sin la menor duda ayudaba a la conquista de alguna chica o simplemente el espacio para escuchar las letras de alguna canción.
Yo tengo que decirles que añoro algo de esos ayeres que acompañaron mi juventud, que nos permitía comunicarnos, hacer amigos, entablar conexiones sin que se interpusiera un tercero (el celular), en donde ni por asomo teníamos la preocupación de un asalto en una fiesta y los chicos “colados” era lo normal. Ellos llegaban con bolsas de hielo y a los 10 minutos entablaban conversación con la madre del anfitrión porque, óigase, en nuestras fiestas participaban los padres, los tíos, todos los mayores pertenecientes a las familias. Así eran las fiestas de barrio.
Tal vez lo más próximo a fiesta escandalosa y no por el ruido sino por lo que significó, fueron los “Night and fun”, fiestas casi siempre con música en ingles en las que la luz escaseaba a propósito, para poder bailar un poco más pegado, si es aquello era bailar o un pretexto para abrazar.
Debo confesar que mi primera experiencia con una “Night and fun” fue en edad adulta (casi adulta mayor) y fue por pura diversión el poder recrear esos años 1970 que se fueron con todo su esplendor, así como la música de combos nacionales, muy suavecita.
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Extraño mucho esos ayeres que nos permitieron lucirnos bailando salsa, con nuestras mejores galas, nuestras mejores risas, todo eso se fue, la música ya no existe tal como fue ayer.
La tradición de escuchar música se perdió por completo porque está sujeta al gusto del DJ que se acerca mucho a la parte comercial, convirtiendo la misma en un espacio para aumentar el rating y no la calidad musical.
No sé si este fenómeno pasa en otros países. Quisiera pensar que en otras ciudades se mantiene y se preserva la música de nuestro ayer.